Lectio Divina
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Querid@ amig@: Sabes que la Biblia es un conjunto de libros
antiguos editados en un solo volumen. Como palabra de Dios escrita con
palabras humanas, habla de la vida (que, a veces, te resulta tan complicada),
del corazón humano (¡tan inexpugnable!), de Dios (¡alguien
tan misterioso!). Sus palabras son palabras de doble filo: consuelan
y exigen; alimentan y provocan hambre; invitan a entrar en el propio
corazón y empujan a entregarlo a los hermanos. Hacen que tu vida se
expanda, como la cruz, hacia lo alto y hacia el horizonte. Si quieres dejarte tocar por esta extraña
sabiduría, te ofrezco un itinerario utilizado desde muy antiguo: la lectio
divina Cuando quieras sumergirte en la lectura orante,
busca un lugar donde puedas estar con tu Padre Dios. Confía en que
Él te atrae a sí para hablar a tu corazón y colmarte de
bendiciones. No digas: "No tengo tiempo", porque las horas de tu
jornada están a tu servicio, y tú no eres esclavo del reloj. Invoca al Espíritu Santo, aguárdalo, sabiendo que es Él quien
abre tu inteligencia para comprender, quien engendra en tu corazón al
mismo Jesús. |
Lee: Elige
un texto y comienza a leer. Intenta comprender qué dice el
texto. Sin prisas. No leas sólo con los ojos, procura imprimir el
texto en tu corazón. Que tu lectura sea escucha. Medita:
Cuando empieces a comprender, rumia las palabras en tu corazón y
aplícalas a tu situación, a tu vida. Pregúntate ¿qué
me dice el texto? No pienses hallar lo que sabes: eso es
presunción; no lo que más necesitas: eso es consumismo; ni lo
que te gustaría encontrar: puedes caer en la subjetividad. Déjate atraer por la Palabra. Asómbrate
de que la Palabra quede depositada en tu corazón. Acoge al
mismo Dios que se te entrega. Celebra en tu interior su amor
más fuerte que la muerte, más poderoso que el pecado. Ora: Habla al Dios que te besa a través de su
Palabra. Confiado y sin temor, lejos de toda mirada sobre ti mismo. Da
gracias, intercede por los hermanos, por las situaciones que el texto te haya
traído a la memoria. Da curso libre a tus capacidades creativas de
sensibilidad en la oración. Contempla: Tu
silencio y el silencio de Dios se unen en una soledad acompañada,
rebosante de vida. Permanece. Déjate abrasar como la zarza ardiente
que arde sin consumirse. Acepta ser engendrado de nuevo para llegar a ser
hijo de Dios. Ama:
Conserva lo que has visto, oído y saboreado en la lectio
divina. Que repose en tu corazón y en tu memoria mientras
acompañas a hombres, mujeres y niños. Ponte en medio de ellos y
deja que rebose de tu interior la paz y la bendición que has recibido.
Actúa con ellos para volver a reencarnar en la historia a Jesucristo,
la Palabra hecha carne. Dios te necesita para construir en el mundo
"unos cielos nuevos y una tierra nueva". Vuelve a leer la Biblia
desde la vida y para la vida. No te asusten las dificultades. Has de saber
que te aguarda un día en el que, viendo a Dios cara a cara, Él
mismo te revelará que has sido Biblia viviente, lectio
divina para tus hermanos. La Casa de la Biblia |